Sin una comunicación efectiva, incluso el mejor sistema de juego se desmorona y las individualidades se pierden en un mar de confusión. No es raro ver equipos con talento desperdiciado por falta de entendimiento entre las partes. ¿Cuántas veces hemos escuchado a un entrenador gritar desde la banda mientras el jugador en la cancha parece estar en otra sintonía? Eso no es solo un problema de atención, sino de conexión.

El entrenador no solo es el cerebro del equipo, sino también su voz. Pero una voz que no se transmite bien se convierte en ruido. Un equipo necesita más que instrucciones; necesita confianza, claridad y empatía. No basta con dar órdenes y esperar que los jugadores las sigan ciegamente. La clave está en explicar el "por qué" detrás de cada decisión, en hacer que los jugadores sientan que forman parte de algo más grande que un simple esquema táctico. Un entrenador que solo da órdenes sin escuchar terminará por perder el vestuario.

Hay entrenadoræs que piensan que gritar más fuerte es la solución, cuando en realidad lo que se necesita es hablar mejor. No es lo mismo corregir que humillar, ni señalar errores que castigar. La forma en que un mensaje se entrega puede definir la respuesta del jugador. Un "vamos, tú puedes hacerlo mejor" genera una reacción completamente distinta a un "otra vez lo hiciste mal". La psicología juega un papel crucial, y aquellos entrenadores que entienden esto logran sacar lo mejor de su equipo sin necesidad de recurrir al miedo o la imposición.

Mejorar la comunicación con tus jugadores tiene que estar entre los deberes que te pongas, semanalmente, junto con tus ejercicios de técnica y táctica.